agosto 21, 2018 by ConTextos

¡ALTO! NIÑOS A LA BIBLIOTECA.

El jueves estaré viajando a California, USA para un par de eventos de recaudación de fondos y desarrollo profesional. Por primera vez en mucho tiempo tengo nervios de hacer este viaje, sin poder identificar las razones precisas de este nerviosismo, empecé a enfocar mis prácticas de yoga y mindfulness para que todo fluya y recordé que no voy a un lugar extraño sino que voy a la que fue mi casa durante un año hace 7 años.

En esa época, antes de ConTextos mi vida consistía en empacar loncheras, organizar playdates, manejar a clases de baile, gimnasia, entrenos de futbol, tardes en el parque, mientras balanceaba mi vida de Au Pair y estudiaba NonProfit Management. Cada día era distinto pero en cada semana lo que no faltaba eran visitas a la biblioteca, lecturas antes de dormir e inventar historias. Mi vida estaba rodeada de lectura y aprendí viviendo el concepto de literacy.

Por esos días y cuando conocí a Debra y la escuché hablando de ConTextos me emocioné y supe que sus ideas eran parte de la respuesta para muchos problemas que yo veía en El Salvador y al estar inmersa en un mundo de letras, lenguaje, libros y bibliotecas pude experimentar un mundo distinto –¿o el mismo mundo con una mirada distinta quizás?- adonde los niños eran dueños de sus calles paralizando el tráfico para cruzar del parque a la biblioteca, adonde una opción de diversión incluye leer libros y luego inventar finales alternativos para la historia o canciones y antes de dormir corríamos a elegir que libro leer.

Hoy en la mañana un poquito de ese mundo de lenguaje, letras y libros se trasladó a Santa Tecla, un grupo de estudiantes del C.E Daniel Hernández caminó 2-3 cuadras para visitar su biblioteca, con un rótulo que dice ¡ALTO! El tráfico se paralizó no por manifestaciones ni protestas sino para permitir que los estudiantes lleguen a su biblioteca acompañados por su maestra. Durante una hora la visita a la biblioteca permite explorar múltiples formas de convivencia ciudadana: Caminar por la acera, hacer que los carros den el paso, saludar a los vendedores, a los del CAM y a los vigilantes, no tirar basura en la acera, respetar las señales peatonales, hacer fila, cuidar los libros porque otros lo van a leer después, dialogar con sus compañeros, escucha atenta cuando la maestra lee el libro, levantar la mano para preguntar, aprender a dialogar, devolver el libro a su lugar. Si todas estas acciones las multiplicamos a nuestras profesiones y mundo de adultos estoy segura que tendríamos más expresiones pacíficas en El Salvador.

Todo esto solo con una ida a la biblioteca … imaginense lo que podríamos lograr con más bibliotecas, con más lectores y autores.

Al escribir esto y pensar que al final de la semana estaré en uno de los lugares que me hizo vivir de primera mano un ambiente de lectura y escritura me emociono y pienso en todas las posibilidades para seguir transformando las experiencias de los estudiantes, con cada visita a la biblioteca.

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